sábado, 3 de marzo de 2012

Mínimoporcien

Al oficio de ser humano hay que añadirle el de ser persona además de muchas otras cosas más. Y la verdad que es muy difícil poder llegar a ser lo uno y lo otro. Desde pequeños nos intentan formar con preceptos, escalas de valores o dogmas de fe. Pertenecemos a distintas asociaciones, diferentes colegios o barrios dispares de ciudades que no tienen nada que ver entre sí. Convivimos diversas generaciones con diversas circunstancias marcadas por la historia. La vida cambia de color cuando naces con ese apellido, o estudias esa asignatura, o comienzas a salir con aquella chica o simplemente frecuentas el mismo bar todos los días. Todo contribuye a que tu no seas siempre la misma persona. Que tu pensamiento no este de paso. Que poco a poco algún día llegues a ser tu mismo. Madurar ya es otra cosa mucho más difícil. 
Naces, creces, te jodes y mueres. No hay mucho más por el medio. No quieren o no queremos dotar de sentido nuestra existencia. Sobre todo para la masa gris. Los telediarios, los programas de radio o los compañeros de trabajo se crearon para eso. Para sepultar nuestro pensamiento y nuestras ganas de desarrollarnos como personas. Para ahogar nuestro sentido crítico y nuestras ganas de crecer. Para que fracasemos como individuos que pertenecen a muchos grupos que no persiguen la unidad sino todo lo contrario. Cuanto más separados mejor. Archipiélagos mejor que pequeños continentes. Que los individuos sean reducidos al mínimo por cien.
A todo lo dicho anteriormente he de añadir que me preocupa pensar porque reaccionamos frente a determinados impulsos todos de igual forma. Porque algo en nuestro interior se nos revuelve pero intentamos apaciguarlo. Porque determinadas agresiones a todo el conjunto de la sociedad no son consideradas como tal. Nos evadimos de la realidad con demasiadas cosas. La droga, los deportes, el alcohol o el smartphone no son más que puntos de fuga hacia ningún lugar. Medios para protegernos y evadirnos. Intentar no mirar la cruda realidad porque nos asusta y acojona. Porque la realidad de cada día no nos hace felices. Y que yo recuerde realmente ( e insisto otra vez más) poco hacemos para cambiarla.

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