miércoles, 2 de marzo de 2011

Normalizando la caridad

Siempre  me pregunto cual sera la cantidad correcta que debemos dar a alguien que pide por necesidad, sin insultarle en su dignidad y sin dejar en mal lugar la nuestra. El otro Martes sin querer me encontré con la respuesta. La historia que les voy a contar es verídica y me sucedió en una céntrica pero apartada calle peatonal del viejo León. Allí me encontré un hombre, sentado en el suelo y apoyada la  espalda contra la pared. Enfrente tenía un viejo violín que asomaba de su desvencijado estuche abierto y en el que se podían ver varias monedas de céntimos de Euro. Yo, sinceramente en un primer instante no me había percatado de su presencia o simplemente no le dí importancia. Al llegar a su altura el hombre se incorporó y mientras se levantaba se quejo del frío o yo al menos así le entendí. Comenzamos a hablar, no hablamos mucho, pero me quedo claro que pasaba muchas horas pidiendo en la calle y que su cuerpo se resentía por el frío, apenas podía tocar, estaba cansado y hambriento. Todas las mañanas se dirige a buscar trabajo en las obras, pero siempre lo mismo no hay trabajo, la crisis, ¡vaya por Dios!. Yo dije que era una pena, que algo tan importante para la cultura como es un músico acabe en la situación que estaba él. Dijo que sí. Le pregunte si tenia techo, dijo que si, que tenía una familia y que pedía sobre todo para poder llevarse algo a la boca el y los suyos. Se lamento de la recaudación, pues no le llegaba ni para una triste barra de pan. Muchos solamente le dan monedas de esas que no quiere nadie, ni siquiera la máquina de la hora. De entre todas las modalidades de pedir considero que la del músico es la mas elegante. No me gusta que me hagan sentirme mal cuando me piden una limosna. Este hombre me hizo sentirme bien y el agradecido por darle  un poquito de calor sin  habérmelo pedido. Puedo entender perfectamente por lo que esta pasando y quizás vi todos mis miedos reflejados en él. Instintivamente le dí unas cuentas monedas en un acto puramente egoísta, por sí algún día yo también me veía en esa situación, y me comporte con él, como me gustaría que se comportase el mundo conmigo. Me fui a comprar tabaco, me devolvieron dos monedas de Euro y a la vuelta se las di  también a aquel hombre que me había removido la conciencia. Me dio las gracias y yo le dije ¡Suerte Compañero!.
Cuando regrese a casa lo recordé todo otra vez. Nunca me imaginé que cuando pides también cabe la posibilidad de que nadie te de o te den muy poco. A partir de este día intentare normalizar la caridad en mi vida. Intentare no convertirlo en virtud y no presumir de elllo. Intentare ayudar al que lo necesite sin pensar en mi mísmo. La próxima vez sí doy una ayuda me preguntaré si esa ayuda va servir de algo para el que la recibe , si con esa ayuda podrá comprarse esa barra de pan, un poco de fiambre o un litro de leche. Me olvidare de echar monedas de 0.01 ó 0.02 y  me olvidaré también de los billetes de mas de 50 Euros por que la soberbia también ofende.

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