sábado, 26 de mayo de 2012

El pecado


  En el día a día chocamos contra prohibiciones y cosas que se pueden prohibir. Casi todo lo que puedas imaginar, en algún lugar, seguramente, que está prohibido. Toda prohibición modifica costumbres para acabar imponiendo conductas. Destruye conceptos anteriores para implantar otros nuevos en la conciencia colectiva. Destruye y unifica el pensamiento. Acaba y aniquila con pensadores en ciernes. Finiquita posibles opciones. Desestima opciones igual de válidas. El buen ciudadano obedece. Aquel que piensa y cuestiona normas, principios o prohibiciones es un sujeto subversivo; es un anti-social, un delincuente, un marginado, o un excluido social.
   Ellos, quieren que sigas el camino de baldosas amarillas. Ellos, quieren que no levantes la cabeza y no te despistes ni un solo instante. Ellos, te dicen que es divertido. Ellos, siempre te llevarán por un buen camino. Ellos, lo hacen por tu bien. Ellos, te recordarán que lo estas haciendo mal, que eso, está prohibido.
   Todo lo que somos, no sería lo mismo, si nada estuviera prohibido. Dicen muchos que sería el caos. Muchos otros piensan que seria el principio de un hombre nuevo. De un hombre libre. De un hombre de verdad, que sabe lo que esta bien o mal (independientemente de cómo luego actúe). De un hombre que, por encima de todo, siempre intenta respetar a los demás. Y es que un hombre que camina y piensa no necesita leyes, ni mandatos, ni mucho menos prohibiciones. Un hombre, para demostrar lo que es, necesita libertad.

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