sábado, 28 de enero de 2012

Pajarillo

El abuelo se murió sin emitir lo que se conoce el último respiro. Murió sin molestar. Discreto. Olvidado.
Algo hizo que lo supiera. Un día la muerte se le presentó. La miro sin miedo directamente a los ojos. Supo que había llegado el momento y preparo las maletas.
Intento solucionar todo lo que aquí dejaba. Se despidió de aquellos a los que amaba sin que ellos lo supieran. No dejo pendiente ningún pago en el banco. En el primer cajón de la mesilla el último recibo del seguro combinado del hogar. Se procuro un espacio para el descanso eterno. No dejo puntada sin hilbanar. Todo en orden.
Aquella noche un martillo golpeo con fuerza su pecho. Fue el primer aviso. Al salir, camino del hospital le dijo a su mujer:
-¡Cierra con dos vueltas! Aquella manía suya de cuando creía que tardaría mucho tiempo en regresar.
Todos creyeron que solo era un achaque de la edad. No le dieron la importancia necesaria. Le vieron que le sobraban fuerzas. Nadie quiso asomarse a como era su realidad.
El último día que lo vieron pensaron que tardaba demasiado en despertar de aquel  pesado sueño. Nadie hablo con él nada más. Aprovecho mientras era huésped en una cómoda cama en la casa de Morfeo. El motor se le apagó. Mientras el segundero del reloj marcaba treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro.....
Como un pajarillo del que su amo se olvida muchos días de cambiarle el agua y darle un poco de comida. Se fue. Como el pajarillo olvidado, que cuando alguien ya se acuerda de él, es demasiado tarde. Y solamente toca, ahora, tiempo para la despedida.

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