domingo, 10 de junio de 2012

Sangre Negra

"Hay una lumbre en Asturias, que calienta España entera... y es que allí se han levantado... toda la cuenca minera, toda la cuenca minera.... Ale Asturianos, que esta nuestros destinos, en vuestras manos....  Empezaron los mineros y los obreros fabriles, si siguen los campesinos seremos cientos de miles, cientos de miles... Bravos mineros siguen vuestro camino los compañeros... Con la moda que han sacado en la mina todos los explotadores se van a ver en la ruina.. vana a ver en la ruina" Así comenzaba una vieja coplilla que cantaba el aguerrido Chicho Sánchez-Ferlosio. Hoy también en nuestros días hay una luz en Asturias (y León) que nos vuelve a deslumbrar. Una luz que ciega y libera a la vez....
Han sido muchos días de lucha llena de compromiso y solidaridad. Fuerza bruta y  sangre negra  para que el sector de la minería no se acabe. Coraje y corazón en lucha para que no se apague la vida en las cuencas. Con los huevos bien puestos, plantados, resistiendo activamente a la represión y el miedo, dueños y señores del momento en que vivimos. Entrega personal y apoyo mutuo por igual hacen de ellos un buen ejemplo de unidad y compromiso colectivo. Y por último conciencia de clase, saber en todo momento que lo que son y que lo que comen, tiene que ver con el trabajo que desempeñan todos los días de su vida. Que sin su trabajo y su salario no sería la vida como la conocen.
Mi padre también fue minero muchos años en varias minas de carbón del Bierzo. Después cuando se jubiló se llevó la oscuridad y lo negro de los pozos dentro. La mina es así; muchos se quedan abajo para siempre, otros cuando salen y no tiene que volver a bajar, la mina se pega con fuerza a los pulmones y a su salud y se niega a soltar al viejo conocido y este nunca volverá a ser el mismo. Gracias a la mina en mi casa comieron muchos, aparte de los seis hijos que formábamos el núcleo familiar. Gracias a que mi padre se sacrifico, hoy soy lo que soy. Siempre lucho además porque ninguno de nosotros tuviera que bajar al pozo. No quería lo que le tocó a él para nosotros, sabia que era un trabajo duro y desagradecido que destruía la salud y acortaba la esperanza de vida. Él, en cambio, nos garantizó una vida mejor a cambio de un salario. Un salario para aquellos que se encerraban y trabajaban todos los días  en oscuros y peligrosos pozos mineros. Hoy lo recuerdo tiempo después de que ya no está aquí. Ahora entiendo su entrega y sacrificio para que nuestra familia fuera para delante. Llegó el día que soy mi padre y hablo como él en algún momento. Esperanza en el futuro, solidaridad con los que más quieres y generoso con los problemas de los demás, es como me gustaría ser, es como era él. A mí solo me quedo de él, el ardor político y sindical y la continua indignación frente a injusticias y desigualdades. No me gustaría que nadie viviese a cuenta de mi solidaridad como en algún momento le sucedió a él. Ni me gustaría que minimizarán mi tarea, después de que me haya ido, como también alguno se atrevió a hacer. Sangre negra corría por sus venas y sin querer parte de esa misma sangre da vida a mi ser. Sangre negra bombea mi corazón, sangre negra alimenta mi condición. Hacia un futuro incierto, con dos manos para trabajar y dos cojones para intentar salir día a día para delante.



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