miércoles, 12 de enero de 2011

Radiografía de un fumador social

Me confieso como fumador social, solamente fumo cuando la ocasión acompaña. Nunca fui partidario de la esclavitud y menos de los vicios, pero detrás de todo esto hay algo que huele mal.  No quería hablar sobre el tabaco por que quizás solo sea  una cortina de humo para tapar algo que ocurre o ocurrirá y  que nos ciega para no poder ver con absoluta claridad. 
Aún recuerdo mis inicios en el tabaco sin querer. Mi primer cigarrillo, con apenas cinco años fue un cigarrillo de chocolate, chocolate dulce, de aquellos paquetitos que vendían en confiterias y kioskos y que imitaban a los cigarros de verdad. Fumaba por imitación, por culpa de muchas horas de visionado involuntario de películas antiguas de holywood que emitían en la TV los sábados y los domingos en las que el tabaco formaba parte del escenario y daba a los personajes encanto, sofisticación o un aire de dureza y virilidad.
Los siguientes cigarrillos que metí en la boca eran de broma, que siempre  me acompañaban a cualquier disfraz del día de carnaval. Otros cigarrillos de broma que por aquel entonces también triunfaban ,no eran para uno mismo sino para los demás, aquella broma (Kamikaze) del petardo en el cigarro de tu padre o de tus hermanos.
Cigarrillos de iniciación a la madurez, mas bien a la pubertad,  fueron los que con apenas catorce quince años empezábamos a fumar los chavales para reafirmar nuestro gesto y personalidad.  Fumábamos paquetes de tabaco comunitarios o los comprabas sueltos a diez pelas en el kiosko. El paso siguiente era  cuando te reafirmabas como fumador, para entonces tendrías dieciséis o diecisiete años y  comenzaste a comprar regularmente un paquetillo de marcas populares de las de  entonces como por ejemplo Gold Coast o Ducados Rubio. 
A partir de ahí ya no se concibe vida social sin tabaco. La etapa del instituto, las pellas y cigarritos de la risa. Cigarros en portales o bancos de un parque, con refrigerio para que no se seque la garganta. El cigarrillo con la que después sera tu novia, en cafés románticos después de haber visto una buena película. El cigarrito con la que después sera tu esposa aquella madrugada llena de calor y achuchones en el viejo Ford Fiesta o en el piso compartido de tu colega. Los paquetes y paquetes de cigarrillos que fumabas todos los fines de semana por culpa de los bares de copas. El cigarrillo en el descanso del trabajo si es que te llevas bien con los compis. El cigarrito entre plato y plato en las bodas, banquetes y bautizos. El primer cigarrillo que te pillo fumando tu padre por vez primera y el primer cigarrillo con el que tres años después tu padre por fin te autoriza a fumar. El cigarrillo de después de muchas cosas buenas:  un buen desayuno, una buena comidita, un pincho de tortilla, unas porras con chocolate o lo que te apetezca.
Recuerdo cuando a el fumador las marcas lo premiaban con regalos por acumular millas o aquel que guardaba sellos  del impuesto para cambiarlo por una silla de ruedas. Los cigarros con los que aprendimos tanto cine en el programa de Garcí. Los anuncios de vaqueros y caballitos del Marlboro en la misma carretera donde previamente te habías cruzado con el  toro de Osborne. Sabor, genuino, "americano"......
No volverán a ser lo mismo esos cafetines plagados de poetas, intelectuales, charlatanes, proyectos de políticos demagogos y rebeldes sindicalistas sin el humo con el que recordaremos siempre esos mismos lugares. Imaginense el disco bar con la música heavy a todo trapo y el humo de baja permanente. Tampoco veo el bar del pueblo sin humo (de faria) mientras los paisanos juegan la partida. En fin.... esta claro que con la ley del tabaco algunos ganaran un poquito en salud pulmonar, pero todos habremos empezado a olvidar alguna de las estampas aquí relatadas. Fumar por fumar, seguiremos fumando, sobre todo aquellos que fuman como si fuera una enfermedad, pero seguro que algunos no nos olvidaremos que sobre todo  fumar era un placer cuando lo disfrutabas en sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario